jueves, 31 de diciembre de 2009
El Crespin
Es un ave solitaria que puebla los bosques del Chaco, y su particularidad es la de emitir un silbido particular durante su período anual de celo, que coincide con las festividades de los Santos Difuntos, en el verano sudamericano. El crespín marca su territorio y emite su llamado amoroso, encontrando siempre correspondencia de alguna hembra que gusta de la sutileza de la nota musical que emite. Cuando el desprevenido animal escucha otro silbido, reacciona estimulado por su sentimiento de propiedad de las hembras que ingresan en su territorio, por lo tanto concurre a pelear por sus derechos. A descubrir que se trata de un humano, simplemente continúa silbando. La imaginería popular ha dicho que propina castigos físicos a quien se burla de la desgracia de esa "alma en pena". Afirman haber sido castigados por apariciones amorfas, que han quedado ensordecidos por la intensidad e los silbidos. Para contrarrestar esta reacción de las almas castigadas, elevan oraciones católicas pidiendo por el eterno descanso y absolución de castigos divinos.
Como corresponde a los pueblos de menor desarrollo intelectual, incapaces de justificar grandes enigmas mediante elaboradas abstracciones intelectuales, crean una leyenda que explica el origen de las cosas sobre la cual tienen dudas de su origen. Dicen que Crespín tenía una hermosa mujer como esposa, que se amaban, pero ella sentía una afición incontrolable por el baile. Esta preferencia causaba peleas que desembocaron en el abandono de la mujer a su marido. Así podía bailar hasta el amanecer en cuanta bailante se la invitara. Cierta vez tuvo noticias de una grave enfermedad de Crespín. Respondiendo a su sincero amor concurre al rancho, donde encuentra a su marido en estado delicado. Rápidamente sale a buscar a la curandera, pero en el camino encuentra un concurrido baile. No puede resistir sus ganas de danzar y se queda hasta el final. Cuando regresa, su esposo yace muerto. Dios la castiga, transformándola en un solitario pajarito, que vaga llamando incesantemente a su marido, Crespín... Crespín... Crespín...
Utilizando un relato sencillo, casi ingenuo, ciertas culturas llamadas "primitivas", subliminalmente dejaban el mensaje de potenciación del amor entre las parejas. Se establecía la obligación de respetar por sobre los gustos individuales, los intereses de la pareja, en respuesta al amor que los unía.
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